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Asunto Tema: Velero S33, Soto 33, nota en La Nación Responder mensajeEscribir nuevo tema
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Wetdoc
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Ingresado: 06 Abril 2005
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Escrito el: 30 Marzo 2014 a las 10:26am | IP registrada Citar Wetdoc

Nota en el diario La Nación

Rápidos y elegantes
Los S33 son veleros de competición diseñados en el país. Trabajo en equipo, tecnología y la primera aventura marítima de un cronista valiente

Por Sebastián Zírpolo

"¿Acá no molesto a nadie, no?". Mi sensación al subir por primera vez en mi vida a un velero de alta competencia fue que era un estorbo. También sentí lo mismo cuando bajé, cuatro horas después. Antes de zarpar desde el Yacht Club de Dársena Norte, me senté en la parte de atrás del barco, que se llama popa, aferrado a mi protector solar, y Miguel Saubidet, el táctico y capitán del Cinque -que lleva siete tripulantes a bordo, y a mí, el octavo pasajero-, me dijo que ahí estaba bien. Lo que no me dijo es que yo iba a ser un tripulante más durante la regata que corrimos un sábado de diciembre, con poco viento en el Río de la Plata, como parte del Campeonato Argentino.

El Cinque es un velero categoría S33 de diez metros de eslora (largo). Cada uno de sus siete hombres a bordo tiene un trabajo específico. Está el que sube y baja las velas de proa (proel), su ayudante (mástil), el que controla los cabos (piano), el que controla las velas de proa (trimmer de headsails), el que controla la vela mayor (trimmer de mayor), el que dirige el barco (timonel) y el que va analizando la dirección del viento y la posición de los otros barcos (táctico). No solo las habilidades de cada uno son precisas, también su estado físico: entre todos no deben pesar más de 570 kilos, para que las carreras contra los otros seis barcos que forman parte de la categoría sean parejas. Al ser los S33 barcos one design (todos exactamente iguales), la diferencia la hacen sus marineros. Ese sábado se les agregó un peso extra de 85 kilos -yo- y durante toda la competencia intentaron que eso los perjudicara lo menos posible. No era una regata más para el Cinque. Era la última fecha del campeonato, estaban a un punto del primero -un velero llamado Repuestos- y querían ganarle para salir campeones.

La categoría S33 es muy nueva, tiene apenas dos años. La primera competencia se corrió en 2012, con seis veleros. En 2013 se sumó uno más y para este año esperan incorporar, en marzo, un octavo barco. Corren nueve campeonatos durante todo el año (los más importantes son el Rolex de Punta del Este, San Isidro Labrador, Semana de Buenos Aires y el Campeonato Argentino), y del acumulado de puntos entre todos los que se corrieron, sale el ganador anual. Cada competencia es una regata en la que gana el primer barco que pasa la línea de llegada. Una regata, como la que correrimos esa tarde, es un recorrido de aproximadamente tres kilómetros y la "cancha" se traza en la dirección del viento. La regata es de cuatro piernas. Primero los barcos deben subir hasta la boya de barlovento (a la que se llega con el viento en contra), después bajar hasta la boya de sotavento (a la que se llega con el viento a favor), luego volver a subir y, por último, bajar hasta la línea de llegada. El que llega primero tiene un punto; el segundo, dos, y así sucesivamente. Gana el campeonato el que suma menos puntos.

La categoría fue creada por un grupo de amigos o, más o menos amigos, más bien competidores, que se conocen hace mucho, que venían corriendo regatas entre sí, pero cada uno con un velero distinto (que técnicamente se llaman regatas "de fórmula"), lo que las hacía desparejas y, sobre todo, aburridas: eran regatas largas. Entonces pensaron en crear una categoría que tuviera todos los veleros exactamente iguales y que las ventajas o desventajas pasaran por la habilidad de sus tripulantes. Pensaron el diseño de un posible barco y lo fueron a ver a Javier Soto Acebal, uno de los mejores diseñadores de barcos del mundo, que tiene su estudio en Palermo. Javier diseñó barcos legendarios como el Matador, un velero tipo Racer siete veces ganador del circuito Rolex Atlántico Sur; el Alexia, un Wally ganador del Yacht Rolex Cup de Italia, y veleros one design para competición como los S40 y ahora los S33. Cuando le contaron lo que querían, Javier abrió un cajón, les dijo "ustedes están buscando esto" y les mostró un diseño en el que venía trabajando, y que terminaría siendo el S (la S es por Soto, el diseñador de los veleros) 33.

"Una buena ingeniería para un barco de competición es que las cosas estén cerca de la rotura pero no se rompan nunca", dice Javier Soto Acebal, diseñador de los s33
"Lo que queríamos era el velero más rápido posible. Queríamos construir un Porsche, que es un auto de carrera que puede ser manejado por un piloto experimentado, pero también por una señora", dice Augusto Bassanetti, dueño del velero Repuestos, en honor a su actividad profesional, que es la venta de repuestos para automóviles. El resultado fue un velero muy veloz -acelera hasta la velocidad del viento, que para un barco de 33 pies es muchísimo- y muy estable. Entre los patrones de barcos que impulsaron la categoría estaban Federico Haymes Biedma, trimmer de mayor y dueño del Cinque, y Augusto, el patrón de Repuestos, los dos barcos que en el Río de la Plata pelearon por el campeonato.

Hacía mucho calor y el sol estaba imbancable. Cuando el Cinque enfilaba hacia las boyas de largada, Miguel Saubidet, el táctico, le explicó al equipo la estrategia de la regata: "Hay poco viento, así que será un trabajo de precisión y ganará el que se equivoque menos". Cuando terminó de hablar, Miguel me sacó de mi cómodo espacio en la popa y me indicó una tarea: sentarme en la baranda y colgarme lo máximo que pudiera para quitarle peso al velero, y darle estabilidad (cuando tiene viento de frente, el barco se inclina para uno de sus costados) y velocidad. Cuando le pregunté a qué le llamaba colgarse, me lo demostró y quedó literalmente colgado del velero, con la cabeza hacia abajo y los brazos extendidos, como haciendo un clavado pero en suspenso, solo sostenido a la altura del estómago por una soga muy tensa. Por reglamento, no podía tocar los cabos ni participar de ningún otro tipo de movimiento. Entonces me senté en el medio del velero, puse mis pies casi al borde del agua y pensé que no estaba preparado para eso. La buena noticia fue que esa tarde el Cinque no iba a alcanzar su máxima velocidad (puede ir tan rápido como una lancha, pero no es una lancha), así que me alegré de que el barco se fuera a mover dentro de mis expectativas de volver sano.

"Este barco tiene lo mejor de los mundos: potencia y control", me dijo, días después, el padre del S33, Javier Soto Acebal. "Logramos un barco extremo con vientos de atrás y de costado, y muy potente y equilibrado con el viento de frente". La clave para un barco veloz es su estabilidad, es decir, un centro de gravedad bajo, y eso se logró con un bulbo de plomo ubicado en la superficie sumergida, en el centro del barco. Pesa mil kilos, la mitad del peso total del barco. "Lo más difícil fue lograr, al mismo tiempo, un barco liviano que no se rompiera y que tuviera mucha estabilidad. Una buena ingeniería para un barco de competición es que las cosas estén cerca de la rotura pero no se rompan nunca", dice Javier. El barco asombra también por su simpleza estética. Parece una MacBook Pro. "Nos costó mucho lograrlo", cuenta. Diseñarlo demandó cerca de ocho meses y construirlo llevó 35 días, cuenta Edgardo Martinoli, su constructor. "El barco está construido con materiales sofisticados que permiten una correcta relación de resistencia y bajo peso", agrega Edgardo, que además es dueño de Martinoli Marine, el astillero que lo construye. El S33 está hecho con una combinación de materiales como e-glass y carbono, que son caros. "Se usó de manera inteligente para no elevar demasiado el costo final del barco", dice Soto. Y explica que un barco de ese tipo fracasa si no logra un precio adecuado. El S33 terminado, sin equipamiento, cuesta US$170.000.

Mi misión esa tarde era seguir a Jordan Rivas, el proel del Cinque. Cuando navegábamos con viento a favor, Jordan estaba subiendo y bajando velas, como la asimétrica, que es una vela gigante que se abre como un globo y lo dispara a gran velocidad. Cuando navegamos en ceñida (con el viento en contra), Jordan se colgaba de la baranda para equilibrar con su peso la inclinación del barco y darle velocidad. Eso mismo tenía que hacer yo. Mientras tanto, Gonzalo "Duende" Ramos Vértiz, Marcus Behrendt, Gonzalo Miranda y Haymes Biedma controlaban las velas, Juan Ignacio Grimaldi timoneaba y Saubidet miraba la cancha y daba indicaciones. De él escuchaba el aviso de "viramos en 1, 2, 3", que era la señal de que debía pasar de un costado del barco al otro y volver a colgarme para que el Cinque, que se iba a escorar hacia el otro lado, tomara otra vez velocidad. El cambio lo tenía que hacer rápido, sin enredarme en ninguna soga, ni entorpecer a otro marinero y, sobre todo, sin caerme al agua. El secreto, uno de los secretos, es no evidenciar el movimiento, porque desde los otros barcos están viendo qué hacemos, así como nosotros estamos viendo qué hacen ellos. El otro secreto es la coordinación. Cada movimiento del velero era un trabajo coreográfico de los siete tripulantes del barco para ganar tiempo, metros y capacidad de sorpresa sobre los otros competidores. "Un equipo bueno se arma con tiempo y dedicación. El barco es exigente en la capacidad técnica y física de los tripulantes", dice después de la carrera Federico Haymes Biedma, patrón del Cinque. La manera en que está conformada la tripulación es otro de los factores que distinguen al S33. De los siete miembros, solo dos pueden ser profesionales. "El objetivo es darles la posibilidad a los cinco restantes -amateurs- de que se inserten en el profesionalismo", dice Augusto Bassanetti, dueño de Repuesto.

A bordo del Cinque no había diferencias. Todos se arengaban entre sí. "Vamos que tenemos un buen equipo", gritaban cada vez que peleaban la punta. De las tres regatas que corrimos ese sábado, el Cinque salió segundo, tercero y primero respectivamente. Esa suma de puntos le permitió ganar el Campeonato Argentino, pero no logró sacarle diferencias en el campeonato anual (la suma de todos los campeonatos corridos durante el año) a Repuestos, que finalmente salió campeón. "Navegar en equipo lleva su tiempo de maduración, es muy difícil debutar y ganar el anual, pero estuvimos cerca", se consuela Federico. El Cinque empezó a correr en 2013 y recién a fin de año, cuenta su patrón, el equipo logró un buen equilibrio de equipo/barco, lo que le permitió llegar a la última fecha con posibilidades. Pero no alcanzó.

Igualmente, el equipo estaba contento, se felicitaban y, por cortesía, me felicitaban también a mí. Mientras regresábamos al Yacht Club, un buque oceánico con un andar cansino salía del puerto de Buenos Aires lleno de contenedores. Toda la tripulación del Cinque tomaba agua y atendía los sándwiches de jamón y queso que llevaban armados en una bolsa de pan lactal. Fueron cuatro horas de competencia y teníamos hambre y sed. El río seguía calmo y el sol, alto y fuerte. En los parlantes del Cinque sonaba Daft Punk.

 

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