Oceanografía

Los Estuarios

Estuario del Río de la Plata

Los estuarios, donde los ríos desembocan en los mares, son el lugar de encuentro de dos mundos fisicoquímicos y biológicos diferentes: el de las aguas dulces de aquellos y el de las saladas de estos. Son, por lo general, ecosistemas biológicamente más productivos que el río y el mar, por las condiciones particulares de circulación de las aguas, que provocan la retención de nutrientes.
Navegar por la zona exterior del Río de la Plata puede deparar algunas sorpresas. Aguas afuera de Montevideo, por ejemplo, se puede apreciar el color leonado del río, cargado de sedimentos, y percibir que su olor posee tenues reminiscencias vegetales, en vez del desagradable vaho que desprende cerca de la costa de Buenos Aires. Esas aguas barrosas, que conforman lo que alguien llamó la pampa líquida, no tienen mal sabor y hasta resultan aceptables para combatir la sed. Si se echara una red de pesca, posiblemente se descubriese que la captura se compone de peces de mar, como si se la hubiese extendido frente a San Clemente del Tuyú o a La Paloma. Un observador desprevenido se preguntaría qué hacen corvinas, pescadillas, gatuzos y testolines en aguas cuya apariencia y efluvios harían esperar la presencia de bogas, bagres, sábalos y armados.
La desmesura de los ríos caracteriza a la América del Sur. El Orinoco, el Río de la Plata y el colosal Amazonas drenan las aguas de algo más de 11 millones de kilómetros cuadrados. Solo esos tres ríos canalizan el desagüe al mar del 63 por ciento de la superficie sudamericana.

Anchoíta (Engraulis anchoita) 

Es el continente en el que cae la mayor cantidad de lluvia por kilómetro cuadrado, y también aquel en el que mayor cantidad de agua por kilómetro cuadrado escurre al mar (en ambos casos, más del doble que en cualquier otro continente). 

Corvina rubia o blanca (Micropogonias furnieri). 

El Río de la Plata vierte al Atlántico en promedio 22.000 metros cúbicos por segundo y fertiliza el océano adyacente con el aporte de nutrientes y detritos orgánicos. Hace sentir su influencia a centenares de kilómetros de su desembocadura. Su enorme caudal, al encontrar la suave pendiente de la plataforma continental, forma un estuario poco profundo y de enorme superficie. Ese es el escenario del encuentro entre el río y el mar (figuras 1 y 2), conformado por dos masas de agua que no se mezclan espontáneamente. Se deslizan una sobre la otra: el agua dulce continúa su camino hacia el océano por la superficie, en tanto que el agua marina, más pesada debido a su carga de sales, se mueve en dirección opuesta sobre el lecho del estuario hasta que la detiene un escalón en el fondo de este.

Figura 1
El estuario del Plata con indicación de los frentes de salinidad. A la izquierda y abajo de la ilustración se indican los grados de latitud y longitud respectivamente.

Figura 2.
Imagen satelital con indicación del frente de turbidez (donde se produce el cambio de color). 

 
El estuario es así un sistema acuático de dos capas, una superior de agua dulce y otra inferior de agua salada. Si se midiese la salinidad del río desde la superficie hasta el fondo, el instrumento empleado pasaría por un lugar en que cambia de forma brusca: el límite entre ambas capas, que se denomina haloclina.
 El espesor de la capa superior es relativamente uniforme en todo el estuario, pero el de la de abajo decrece a medida que se avanza río arriba desde la desembocadura y que se tiene el fondo a menos profundidad. La capa de agua salada es como una cuña que se introduce desde el mar entre el agua del río y el lecho de este. Tal cuña salina es típica de estuarios con poca amplitud de mareas y fondo de suave pendiente (figura 3A). El lugar que marca su máximo avance río arriba se denomina frente salino de fondo y constituye la frontera entre el río y el estuario.

Acartia (Acartia tonsa), copépodo que es el componente más numeroso del zooplancton del estuario. 

 En la dirección opuesta, el máximo avance del agua dulce en el océano es el frente salino de superficie, el límite exterior del estuario, a partir del cual comienza el sistema marino. La diferencia de salinidad entre ambas capas va decreciendo a medida que se avanza por el río hacia el océano. Ello no ayuda a establecer con claridad dicho límite exterior del estuario, una frontera que puede concebirse como una zona variable de interacción entre este y el océano, cuya forma y posición geográfica dependen de la acción recíproca de fuerzas opuestas y fluctuantes. 
El caudal del Plata varía como resultado del aporte oscilante de sus dos principales tributarios: el Paraná y el Uruguay. Por lo general las alteraciones de caudal de ambos grandes ríos no se mueven en el mismo sentido, lo que conduce a que no haya marcados cambios estacionales en el caudal del Río de la Plata. En cambio, el viento encuentra en el gran espejo del estuario, de enorme superficie y escasa profundidad, características que lo hacen especialmente sensible a su acción. Los vientos de la región, por su lado, exhiben cierta regularidad estacional: en la primavera y el verano dominan los del océano, pero durante el otoño y el invierno se advierte algún equilibrio entre los marinos y los del continente.

 

Corvina negra (Pogonias cromis) 

Como consecuencia, durante el otoño y el invierno se produce un mayor avance de agua dulce del estuario a lo largo de la costa uruguaya, en tanto que durante la primavera y el verano ese efecto se registra en la costa argentina. Lo último permite que las aguas de la plataforma continental, saladas y más claras, alcancen la costa de Punta del Este.

En condiciones normales, los efectos del viento solo se hacen sentir en el estrato superior de las aguas del estuario; por debajo de la haloclina, al abrigo de una mayor profundidad, la capa inferior no recibe otras influencias que las de la topografía del fondo: por ello ese estrato de aguas evidencia escasos cambios estacionales.

De tanto en tanto, soplan en el estuario fuertes vientos del sudeste. Dicho fenómeno se conoce con el nombre de sudestada y produce el efecto de un dique que detiene la descarga de agua dulce, mientras que, de todos modos, el Paraná y el Uruguay continúan realizando su aporte. Como consecuencia, crece el nivel de las aguas del Río de la Plata, particularmente en la costa argentina, muchas veces con consecuencias desastrosas para las zonas ribereñas de Buenos Aires y sus alrededores. Tales vientos, por otra parte, producen la mezcla de las aguas del estuario, en el que deja de haber dos capas de diferente salinidad (figura 3B). En pocas horas, el hábitat de los organismos del estuario cambia en forma marcada. Las especies que habitan por debajo de la haloclina resultan expuestas a menor salinidad, y sucede lo opuesto a las que ocupan el estrato superior. Para sobrellevar la situación, los organismos con mayor movilidad pueden desplazarse en busca de aguas más semejantes a las que normalmente habitan, mientras que los menos móviles se ven forzados a soportar las nuevas condiciones y resistir el cambio de presión osmótica (o perecer en el intento).


Trabajo publicado en revista científica por:

E. Marcelo Acha y Hermes Mianzán
Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero (INIDEP)
Mar del Plata