Historia de la Navegación

 


Autor: Carlos Pedro Vairo
 
Las anclas

Un elemento que acompaña a toda embarcación es el ancla. Muy útil para el navegante y para el arqueólogo, como así también para el etnógrafo marítimo. Las anclas fueron cambiando con el tiempo y acompañaron la evolución de la construcción naval y el movimiento de los pueblos por las grandes autopistas del pasado: el mar y los grandes ríos.

Orígenes


Aunque el origen del ancla se pierde en el tiempo, podemos afirmar que es casi tan antigua como la navegación misma. En principio, se cree que fue inventada por los chinos aproximadamente 3.000 años A.C. y que los egipcios la conocieron desde 2.600 A.C.

Considerando las investigaciones realizadas por Thor Heyerahal en el Tigris y en el Golfo Pérsico, podemos pensar que las anclas hicieron su aparición hacia el 5.000 A.C. Por supuesto que aquellas nada se parecían a las actuales. En muchos casos se trataba de canastos primitivos con piedras chicas, bolsas de arena o elementos que le dieran el peso suficiente.Éstos se ataban al casco mediante cabos, con lo que se evitaba el desplazamiento de la nave por la fricción contra el fondo. 

Anclas de piedra


En la isla de Sicilia se encontraron las primeras anclas de piedra confeccionadas con un orificio por donde se ataban y algunas hendiduras para fijar el nudo de arraigo. Este tipo de ancla era de funcionamiento aceptable para los fondos de piedra, ya que en los de arena garreaba con mucha facilidad.

Aparentemente, los primeros cabos de fondeo fueron de cuero (como todos los cabos de abordo). También se usaron tendones o fibras vegetales trenzadas (mimbre o juncos). El pueblo yamana en el canal Beagle utilizó una maroma de juncos trenzados, a modo de cabo de amarre, y tendones de guanacos o barbas de ballenas para las otras ligaduras como los travesaños.

Volviendo al fondeo, Julio Cesar (I A.C.) nos habla sobre las cadenas de hierro usadas en Normandía (para la nave de la tribu de los véneti). Sería el primer caso conocido aunque, casi en forma simultánea, los vikingos también usaban cadena. En el barco vikingo de Labdy, Dinamarca, se encontró un ancla de cepo con 9 mts de cadena que data de la misma época: 950 A.C. Sin embargo, el uso de la cadena no se generalizó sino hasta el siglo XIX.

Se supone que el segundo paso consistió en encontrar un ancla para fondos de fango o arena. Tomaban una piedra laja y le practicaban dos o tres agujeros donde colocaban estacas de madera pasantes de ambos lados, las que se clavaban en el fondo aumentando el agarre.

Los egipcios practicaban dos orificios, perpendiculares entres sí, y por ellos pasaban estacas con los extremos en punta que formaban un ángulo recto. Trenzaban todo el conjunto con junco (papiro).

Un paso más avanzado fue el de tomar una piedra en forma triangular (cónica, pirámide o tronco cónico) con un agujero en un vértice para el cabo y otros dos en la base para las estacas.

Luego podemos encontrar el ancla basada en una piedra, en lo posible alargada o cónica, contenida en un armazón de madera. En el vértice, un cabo la sujeta a la embarcación y, en la base, dos estacas en cruz hacen uñas. Este tipo de fondeo se usa todavía hoy en muchos lugares donde la vela sigue siendo un medio de trabajo. En el Golfo de Ancud, Chile, por ejemplo, se utiliza en las lanchas de pesca y se lo denomina denominado, sacho, una derivación del traído por los europeos hacia 1700.

Los pescadores canoeros de la Isla de Itaparica, Brasil, también utilizan el ancla de piedra y madera, así como lo hacen los jangaderos de nordeste del mismo país. En la costa del Perú no se la encuentra, aunque sí la usan los coyas en sus balsas de totora en el Titicaca.

Anclas de plomo


Volviendo al relato cronológico, encontramos civilizaciones (como la egipcia o la fenicia) que utilizaron el plomo para hacer más pesadas las anclas. Es verdad que usaban ese metal para un sinnúmero de aplicaciones como cañerías, sellos, estatuas, armas y anclas (ya sea en el cepo o para dar más peso).

En el museo de Génova se conservan anclas a las que se les agregaba plomo para darles más peso. Están formadas por dos cuñas de madera dura en cruz, perforadas y rellenadas con metal, con una argolla de hierro que hace las veces de arganeo.

En los relatos de la época, y según los historiadores clásicos (como Plinio), el ancla sin cepo o desnuda se usaba en los fondos arenosos y de poca profundidad. Para aumentar el agarre, se mandaba a un marinero al fondo para enterrarla; por lo que se descuenta que su peso era reducido.

Hacia el año 600 A.C., se comenzaron a utilizar anclas de hierro entre los egipcios y persas. Al principio eran de un solo brazo y luego se les sumó otro, como en la actualidad.

Primeras anclas de hierro


Las anclas de hierro representaron una evolución con respecto a las de piedra y madera. Simultáneamente se emplearon las de hierro con dos uñas y las de madera como las encontradas en los barcos romanos de Nemi (164 A.C.).


Las partes de un ancla eran la caña (pieza de madera vertical que forma el cuerpo principal), los brazos (de madera acabados en punta) y el cepo (también de madera, ubicado perpendicularmente a la caña de forma tal que no quedara apoyada de lado sobre el fondo y resbalara fácilmente).

Los griegos y romanos utilizaron anclas de dos uñas y caña de madera. El cepo era de piedra, y a veces de plomo, y en ellos se escribían leyendas relativas al dueño de la embarcación o al puerto. En el famoso puerto griego de Pireo, ahora puerto deportivo, se hallaron varios cepos que están expuestos en el museo naval de Atenas, al lado del puerto.

Los pequeños juncos chinos del norte, fondo plano, siguen utilizando este tipo de fondeo con los brazos de madera terminados en punta y un capuchón de plomo.

El hierro se utilizó primero para la caña y los brazos eran remachados, fundidos o abulonados al extremo de la caña. Las palas y las uñas también se confeccionaban en hierro y se las remachaba a los brazos. Estos elementos se perdían con mucha facilidad ya que, cuando se atoraban en el fondo, simplemente se tironeaba para hacerlos zafar quedando así clavados el brazo o la uña. Al ancla de una sola pieza le siguió rápidamente la desarmable.

Cantidad y tamaño


Como el diseño no varió por mucho tiempo se estableció el número y tamaño de anclas que debía llevar un barco. Los datos más antiguos son los relativos a los trirremos, los grandes debían portar veintiséis y los más chicos trece.

Un barco mercante bizantino, encontrado por una expedición arqueológica de la Universidad de Pensilvania en 1960, llevaba en la proa dos anclas de leva por banda y siete de respeto sobre cubierta. En realidad, eran bastante pequeñas hasta que se inventaron el cabrestante y los molinetes.

En el barco de Kalmar del siglo XIII, descubierto en Suecia en 1932, se halló un molinete que originalmente estaba destinado a izar las velas y al fondeo. A partir de entonces, las anclas aumentaron de tamaño y peso al mismo tiempo que su número a bordo comenzó a decrecer.

Hacia el siglo XV y XVI, una nave de unas 1.000 toneladas llevaba cerca de 12; en el siglo XVIII, un barco de línea de 100 cañones disponía de 7 anclas, la más pesada rondaba las 4 toneladas y la más chica cerca de los 225 kg.

Distintos usos y sus nombres


Según el inventario de pertrechos de Henry Grace a Dieu (1514) figuran: cuatro de leva (de trabajo), cuatro de esperanza (respeto), una de caridad (popa) y un anclote. Las de leva, que portaban en cada amura listas para fondear, eran las de mayor tamaño. Las de esperanza o de respeto, aparentemente, en un principio fueron más grandes, pero por los registros hallados se puede comprobar que eran iguales o un poco más pequeñas que las de leva. Se las usaba en caso de emergencia o en reemplazo de las últimas.

Las de caridad o de popa, usadas como auxiliares, eran mucho más chicas y se las estibaba sobre cubierta o sobre las mesas de guarnición. Los rezones quedaban cuando había buen tiempo y/o se permanecía en puerto por un corto lapso. Los anclotes, de los cuales llevaban varios, eran utilizados para maniobras o para reforzar las anclas de leva en lugares de malos tenederos (muy pequeños).

Además de lo mencionado, encontramos en los inventarios de los pertrechos de los expedicionarios como Sir Cook el ancla de hielo y el ancla de capa o flotante. La de hielo es de un solo brazo que se clava a mazazos; también se utiliza para amarrar en la playa. El ancla flotante o de capa tenía la finalidad de mantener aproado el buque o reducir la velocidad en las empopadas. Difiere bastante de la que utilizan los veleros deportivos. Se trataba de un armazón de madera forrado con lona (o vela) suficientemente lastrado para que se mantuviera en posición vertical.

Hacia fines del siglo XVIII, los brazos del ancla adquieren una forma curvada y, gracias a las mejoras en el proceso de fabricación y a la calidad de hierro empleado, resultan más fuertes. Hacia la misma época se reemplazó el cepo de madera por otro de hierro. A la ventaja de ser más resistente se le sumó la posibilidad de deslizarse para quedar hermanado a la caña, lo que facilitaba la estiba. Es así como para mediados del siglo XIX se llega a un ancla con dimensiones y forma determinadas que pasó a llamarse ancla patente del Almirantazgo.

Cabo y cadena


Dada esta lenta evolución del ancla, se trató de suplir la inseguridad que tenía al fondear reglamentando el número y largo de los cabos que un buque debía llevar. Aunque vimos que la cadena fue utilizada por los vikingos, recién en el siglo XIX fue reemplazando a los cabos de cáñamo.

El cambio fue paulatino ya que, dadas las técnicas de fabricación, no era raro que las anclas quedaran en el fondo al abrirse los eslabones. Se tornó casi obligatorio el realizar pruebas de calidad y punto de rotura hasta que las ventajas fueron innegables. Una mayor duración con un menor volumen de estiba hicieron que el cáñamo quedara definitivamente desplazado.

Poco tiempo después, el Lloyds Register reglamentó el peso y el número de las anclas, el tipo de cadena y la longitud que debían tener según el porte del barco.

Molinete y cabrestante


El uso del cabrestante o del molinete facilitó la tarea de recuperar el fondeo. Levar el ancla no era fácil y el grueso cabo de cáñamo no se lo llevaba hasta el cabrestante sino que se lo utilizaba con un cabo sin virador.
Se le daba tres o cuatro vueltas al tambor del cabrestante y con unos cabitos (mojeles) se sujetaba el cabo de fondeo al virador. Cuando giraba el tambor, el virador arrastraba el cabo.

Maniobra de levar el ancla con el cabrestante

Maniobra de levar el ancla con el pescante de gata

Distintos molinetes de una barca de Kalmar de los siglos XVII - XVIII y XIX

Cabrestantes del siglo XVII y el segundo del siglo XIX

Anclas modernas
Un gran adelanto en el tema de las anclas lo introdujo Trotman quién realizó un fondeo con brazos móviles colocados de tal forma que se clavaban en el fondo ambos a la vez. Además tenía la ventaja de no usar un cepo, lo que facilitaba la estiba. Al principio tenían una debilidad inherente: las uñas se rompían por un agarre excesivo; el material no perfeccionado no aguantaba. Así es que recién hacia 1890, con mejoras técnicas de la fundición, el uso de este tipo de ancla se difundió por todo el mundo.

En 1933, aparece la C.Q.R. o ancla de arado. Inventada por F. S. Taylor, tiene la ventaja de no poseer cepo y, aunque caiga al fondo, de cualquier manera el menor tirón de la cadena hace que tome la posición correcta y se claven sus dos uñas. Aguanta aproximadamente el doble que cualquier otra de igual tamaño, aunque por su forma no es utilizada en los buques de gran porte.

Más tarde aparece la Danforth, con cepo en la cruz y uñas con palas de gran tamaño; se las utiliza para embarcaciones menores. Tal vez éstas son las más difundidas en la actualidad; existen varios modelos (al hongo, grampín, rezón articulado, etc.) que se emplean según los fondos.

Como navegante puedo afirmar que, salvo en regatas con barcos superpoblados con carne de cañón, es ideal poder llevar los dos o tres fondeos que necesita el barco. Sin temer al ridículo, imitaría al famoso navegante solitario Joshua Slocoom que en popa llevaba, listos para soltar, al menos cuatro fondeos más. Más de una vez estuvimos en problemas por culpa de un fondeo ineficaz, ya sea en Tierra del Fuego como en el Mediterráneo o en Recife (Brasil).